Hanan Díaz: “Con Internet, los libros de no ficción para chicos son más necesarios"

Fanuel Hanan Díaz (1966) se acuerda de dos obras que siempre releía de chico. Una era El mundo de Jack Cousteau: “Esas fotos preciosas de arrecifes de coral y de ballenas escupiendo torres de agua”.
La segunda obra era una especie de enciclopedia visual sobre animales, con páginas enormes: “¡Las selvas de Borneo! Los monos, el escarabajo hércules... todas cosas fascinantes”.
Tan fascinantes fueron que a Hanan Díaz le cambiaron la vida. No una, sino varias veces.
De hecho, Hanan Díaz (1966), venezolano residente en Bogotá, vino a la Ciudad de Buenos Aires a fines de agosto a presentar su último libro, La no ficción para niños (Fondo de Cultura Económica), un panorama iberoamericano de la edición de obras para justamente difundir conocimiento entre los chicos.
Además Hanan Díaz contará en esta nota con Clarín Cultura que la fascinación lo llevó por mundos diversos: desde acercar libros a la gente de parajes aislados (y traerse “sonrisas inolvidables”) cuando trabajó en el Banco del Libro de su país natal hasta a vivir en un castillo de Alemania, “como en un cuento de hadas”. Y también, a cursar diplomados igual de disímiles: en Inteligencia Artificial (IA) aplicada a la Educación y en Entomología.
Hanan Díaz es licenciado en Letras. Fue jurado del Premio Hans Christian Andersen, el “Nobel” de la literatura infantil, y del Premio Bologna Ragazzi, entre otros.
Tapa. Valor 17.000 pesos.
Como teórico, Hanan Díaz escribió Leer y mirar el libro álbum: ¿un género en construcción? (Norma, 2007) –de referencia en la región-, Temas de literatura infantil (Lugar, 2024) y Sombras, censuras y tabúes en los libros infantiles (Universidad Castilla-La Mancha, 2020).
En tanto, como autor de ficción, publicó ¡No, tú no!, editado por la editorial mexicana Tecolote en 2018 y ganador de los premios Tatoulu (Francia, 2019) y Fundación Cuatro Gatos (Estados Unidos, 2020), entre otras obras preciosas (la última es sobre un hombre que pierde literalmente la cabeza).
Además, trabaja para editoriales (Norma, en Colombia) y como docente.
-¿Relacionás los libros para chicos y la entomología? ¿Cómo?
-¡Me fascinan! (risas). Para mí, la entomología es un poco un ejercicio espiritual. Llevo más de dos años tomando fotos de insectos. Soy raro en el diplomado porque la mayoría de mis compañeros son biólogos y hablan acerca de, no sé, el tubo digestivo y el corte transversal, el dorsal y todo esto. Y yo hablo de lo que me gusta y de lo que me causa curiosidad.
-Tú sabes que Venezuela es un país tropical, exuberante. Así que aprendí desde muy pequeño a admirar la belleza de las mariposas. En paralelo, mi último trabajo en el diplomado es sobre la estrategia de supervivencia de los insectos. Algunos ponen sus huevos en montículos; otros, esparcidos; otros, en espiral... ¿Cómo saben dónde y cómo hacerlo para protegerlos? ¿Qué les transmite información? ¿No es fascinante todo esto?
“Hay una teórica, Betty Carter, que recuerda que un libro no es de ficción o de no ficción puramente porque un lector pueda encontrar belleza en un libro sobre los planetas. Y ante la historia de alguien que estuvo 15 días navegando solo en un océano y sobrevivió, me puedo preguntar cuánto puede soportar una persona sin beber agua y tú podrías preguntarte qué habrá sentido en ese tiempo: ¿solo miedo?”, agrega Hanan Díaz.
Pionero. De 1658, se reeditó acá por Libros del Zorro Rojo.
Claro que los libros de no ficción o de información, entre otras denominaciones, tienen sus características: grosso modo se basan en datos reales de fuentes especializadas y cuentan con editores y diseñadores también especializados para que los presenten de modo riguroso y atractivo. Aunque, a lo largo de su historia, como cuenta Hanan Díaz, todo esto fue variando.
El libro La no ficción para niños nació como un encargo del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) para trazar un estado de la cuestión en Iberoamérica.
-Hice un informe y pensé que iba a ser publicado en su web. Pero cuando me dijeron te vamos a mandar las pruebas y vi que el libro está en la colección Espacios para la Lectura, del Fondo de Cultura, me puse las botas largas.
-No te lo imaginaste como libro.
-Tú sabes que yo tengo, como llamarlo, casualidades en mi vida con los libros. Por ejemplo, ¡No, tú no! salió por una editorial mexicana y caí en la cuenta de que había llegado a Francia porque un amigo que vive en París me dijo “¡Vi tu libro!” “Yo no tengo ningún libro allá”, le contesté. “Que sí”, me dijo. Y así era. ¿Por qué te digo que son casualidades? Quizás es que uno está distraído o está haciendo y no se da cuenta... Es verdad que el autor debe hacer un seguimiento pero yo cuando sale un libro...
-Lo dejo correr. Entonces a este libro lo dejé correr y cuando me llegó la tapa dije ¡Guau! Porque en esta colección de Espacios para la Lectura hay teóricos que admiro y aunque éste es un libro modesto en términos de páginas (tiene unas 90), siento que ofrece un marco distinto a lo que ya se venía hablando.
-Muestra que el libro de no ficción para chicos tiene su historiografía, que hay densidad detrás del concepto, que desde 1658 existe una necesidad de ver cómo le presentamos al niño el conocimiento en este formato y se aproxima a cómo fue cambiando.
Hanan Díaz cuenta que hará unos 30 años recibió una beca de la Biblioteca Internacional de la Juventud (IYL en alemán), que se atesora en el castillo de Blutenburg, cerca de Munich, especializada en literatura infantil y juvenil del mundo.
-Viví en el castillo, con su puente levadizo, sus torres, sus pasadizos, sus fantasmas, ¡todo! Tiene los sótanos repletos de maravillas. Por entonces, estaba estudiando libros antiguos para chicos, los procesos de impresión desde el grabado sobre madera hasta la litografía. Así que me di un banquete allí. Tuve la oportunidad de tener en mis manos el Orbis Pictus (Mundo Pintado), una especie de enciclopedia visual con textos en latín. Afuera era Oktoberfest y yo, con las llaves del castillo.
Con 150 capítulos, en su presentación Orbis... dice que abarca "todas las cosas fundamentales en el mundo y de las actividades en la vida".
-Es un libro inaugural para la no ficción infantil.
-Es de 1658 y es parteaguas. Porque antes habían existido otros libros para niños, que eran menores, y sabes que Francia, Inglaterra y Alemania se disputan quién lo editó primero. En todo caso, Orbis sensualium Pictus, así es el título completo, es el que abre completamente las puertas a la producción infantil en Occidente. Como es el primer libro sobre el mundo para niños, es el primer libro de información para ellos también.
-¿Qué características subrayás?
-En primer lugar, es ilustrado. Es decir, los libros para niños nacen como libros ilustrados. Es cierto que hablamos de sociedades muy poco alfabetizadas. Pero, además, Orbis… empieza con una “invitación” a conocer. Luego trabaja aspectos abstractos como dios, los planetas, la Luna y después va cercándose a la Tierra, los animales salvajes, los domésticos, las casas, el cuerpo humano... Esto es porque su autor, Iohannes Amos Comenius,tenía las ideas de que el niño aprendía y de que el pensamiento se adquiría en forma de espiral desde lo más grande hacia lo más pequeño.
-¿Cómo definirías la idea de infancia del siglo diecisiete?
-El niño había sido visto como un homúnculo, un pequeño hombre que no tenía ni ropa diseñada para él. Hay un cuadro de Pieter Brueghel, Juegos de niños, que es de mediados del siglo dieciséis. Muestra niños corriendo, con zancos, con aros, jugando con piedritas, jugando muchísimos juegos… Junto con Orbis Pictus, esa gran pintura señala que la idea de infancia comienza por esa época a tener en cierta autonomía.
-En el libro marcás el poder de la “mirada inaugural” de los chicos. ¿La estamos perdiendo?
-Ciertamente los niños tienen una predisposición a averiguar todo. Si la estamos perdiendo en nuestras sociedades, no lo sé. Mucha gente le echa toda la culpa a las nuevas tecnologías pero yo pienso que influye también la menor capacidad del niño para relacionarse directamente con la naturaleza. Los niños de hoy están mucho en sus casas por varias razones, porque la familia trabaja, porque afuera no es seguro… Pero yo recuerdo haber tenido una relación muy cercana con la con la vida de campo y cómo me motivaba. Teníamos una hacienda en los llanos venezolanos. Caminabas por allí y te encontrabas con una piel brillante de una culebra que acababa de cambiarla. ¿Qué más interesante?
-Además ocurre algo inédito: toda la información está a un clic.
-Sí, y hay una sobre-saturación. Frente a eso, creo que el buen libro de no ficción es aún más necesario. Mucha gente te dice: “Pero si puedes conseguir todo en Internet”. Pero el libro de no ficción de calidad implica una edición y un diseño cuidados. Se hace una curaduría de la información. No está todo en el libro ni te deja como un náufrago desorientado poniéndole enter aquí y allá. El libro ofrece un hilo conductor, una estructura, una arborización de la información para establecer relaciones. Y un diseño que articule lo atractivo y lo riguroso.
-¿Hay modelos de IA que editan así, aunque sea toscamente?
-En un experimento reciente se alimentó IA con obras de poetas reconocidos y ella creó sus poemas. El público general y hasta especializado debió elegir algunos y decir quién era el autor. Escogieron en su mayoría los hechos por la inteligencia artificial porque se la había instruido sobre cómo debían ir las palabras para generar tal y cual emoción. El punto es: ¿hasta dónde la vamos a alimentar? Por otro lado, por ahora, la IA edita mal, tiene demasiadas “alucinaciones” (errores). Posiblemente avance y dentro de unos años haga el libro más precioso del mundo sobre los insectos, el que yo me he soñado, en sólo 30 segundos. Pero por lo pronto no puede. Y para que pueda los especialistas tendremos que enseñarle.
-Después de Orbis Pictus, marcás al menos dos hitos en la historia del libro de no ficción infantil.
-Son saltos cuánticos. Uno es el de los libros de Peré Castor, de Paul Foucher, con láminas, páginas para recortar, máscaras… Allí el juego es central para aprender e imaginar pero también usan “realismo”, es decir, fotografías. Aparece en la década de 1930, un momento interesante, en el que se destacan María Montessori, entre otros. Lo conocemos como el de la éducation nouvelle, una escuela que se centró en el niño en vez de en el contenido. El niño tiene que encontrar el conocimiento, tiene que observar y tiene que contar con libros que le permitan hacer eso.
-Claro, y otro aspecto es que en esa obra se le da un tratamiento estético a un libro que tiene un valor divulgativo. Hay un personaje, una estructura narrativa, por ejemplo, la del viaje de aventuras... Entonces ahí toma impulso una tendencia que llega hasta hoy. Porque actualmente el libro de no ficción ha hecho un giro para coquetear con el libro álbum, que es un territorio artístico.
-La presencia de los libros de no ficción es menor que la de otros géneros en los catálogos editoriales para niños. Pero hay una tendencia al crecimiento, sobre todo, de los que privilegian un tratamiento estético del lenguaje y de las ilustraciones. Así que creo que ese coqueteo representa uno de los caminos más prometedores para estas obras, además de creativos.
-¿Cuál es el riesgo de la exaltación de lo lúdico o lo estético en libros de no ficción?
-La banalización. Por eso, es importante entender que los libros de no ficción pueden conectar con el lector por la fascinación, por entender que el mundo es fascinante en todas sus dimensiones, en la poesía y en la ciencia. Es esto que te contaba de los huevos de los insectos: ¿quién iba a pensar que una mariposa bellísima pone huevos en un pedúnculo para que tratar de que depredadores no los alcancen?
-El otro salto cuántico de los libros de no ficción infantiles que describís se vincula a manuales de computadoras.
-Los de la editorial inglesa Dorling Kindersley, alrededor de la década de 1980. Porque de allí salieron libros con un formato especial: páginas sobre las que podías poner y quitar representaciones de lo que quisieras. Fueron unos monstruos en lo comercial porque el diseño se podía adaptar a todos los idiomas y porque produjeron muy bien. Hay muy buenas historias sobre su trabajo, como la de los fotógrafos de leones que se metieron en jaulas para retratar mejor a los animales. Luego saltamos a los españoles porque ellos adaptaron estos formatos. La editorial SM fue pionera en una colección que se llamaba Mundo Maravilloso. Ese mundo maravilloso tenía páginas de acetato con transparencias. Entonces tú, por ejemplo, tenías una manzana y tenías un árbol y cuando colocabas la página de la manzana sobre la del árbol tenías un manzano.
-Marcás en tu libro de la necesidad de profesionalizar la edición de los libros de no ficción.
-Es uno de los mayores desafíos a nivel regional y, un poco, el motor de este libro. Los libros de no ficción para niños tienen su historia y sus especificidades. Requieren divulgadores científicos y la participación de universidades y otros centros de estudio para validar la información, editores y diseñadores que articulen exactitud y atractivo. Y se deben actualizar.
-Son libros que requieren más inversión. Pienso que las cámaras de libros y los ministerios vinculados, de Cultura, de Ciencia, de Tecnología, deben crear estímulos. Las alianzas para co-editar y distribuir los libros también pueden ayudar.
-¿En qué ámbitos pueden aportar más los libros de no ficción para chicos hoy?
-Los contenidos locales, los que han permanecido en la periferia y que los grandes grupos editoriales difícilmente vayan a enfocar. Por ejemplo, pueblos originarios, puntos de vista de actores marginales en los procesos históricos, estéticas no masivas o estudios de especies endémicas de la región, entre otros.
Clarin